¿Sabían ustedes, queridos amigos, que los callejones son lo que queda de alguna antigua red de calles medievales, y que generalmente se usaban como centros para comerciar víveres, armas y demás objetos? Hoy día son tan solo un estrecho paso que se encuentran entre o detrás de edificios. Es cómico pensar que esos sitios tan desolados una vez fueron sitios súper poblados.
Esos callejones ¿eh? Sobre todo si están oscuros dan siempre mucho de que hablar. Nos asustamos cuando nos toca pasar por alguno ¡y con razón! ¿Quién sabe que nos podemos encontrar por ahí? De entre animales y rateros tenemos suficiente, y a eso hay que sumarle la cantidad de espantos y aparecidos que nuestra mente nos dice que pueden estar ahí.
El hombre del que les hablaré no es la excepción; de hecho para el era peor porque era muy cobarde. El debía pasar por uno de esos callejones cuando volvía a su casa después de un día de trabajo, con la noche ya entrada. Imagínenlo, ese señor pasando por ese estrecho, oscuro, húmedo, maloliente y aterrador pasaje. Sudaba a gota gorda y la tensión la podía cortar con un cuchillo. La adrenalina fluía preparándolo para lo peor sabiendo que estaba en peligro. Y la imaginación no es que fuese de mucha ayuda. Las cosas horribles que pasan día a día, las películas de terror y unas historias espantosas que se encuentras por internet convirtieron a su mente en su peor enemigo, figurando fantasmas por aquí y asesinos por allá.
De repente… ¡crack! Se oye un sonoro crujido, muy cerca de donde él estaba. El pánico lo invadió, pero el sabe que vive en pleno siglo XXI y que la única lógica del asunto es que sea un animal, pues de ser un ladrón ya hubiese sido robado. Y si fuese un fantasma… que tontería pensar en fantasmas, esos no existen. Que ridiculez, la verdad… Así que nuestro hombre voltea levemente para saber que originó el ruido y se sorprende al ver a una persona, vestida un poco raro sentada cerca de donde el está.
- Buenas noches – Saludó la persona. Estaba sucia y desaliñada y tenía un ojo de vidrio siniestro. En su sonrisa se notaba la falta de varios dientes amarillo verdosos. Su rara vestimenta estaba compuesta por una sola pieza que iba desde sus hombros hasta sus rodillas. Se podía ver en lo que sobraba de pierna cicatrices y cortes. Y en los pies usaba unas sandalias que ya se estaban rompiendo.
- Buenas noches – respondió fríamente nuestro hombre, y trató de seguir su camino, pero…
- ¿Puedo preguntarle que hace caminando por aquí tan solo a estas horas? – preguntó la persona.
Nuestro hombre nunca supo por que rayos no se fue, pro por algún motivo desconocido respondió a la pregunta.
- Debo pasar por aquí para regresar de mi trabajo, y ya que estamos ¿Qué hace aquí usted?
- Yo soy un vendedor ambulante que dio con este lugar hace algún tiempo, y ahora vendiendo aquí me gano yo la vida. Vendo víveres. – Respondió ese extraño vendedor.
- Yo debo pasar por aquí noche tras noche, y esta es la primera vez que lo veo – razonó lógicamente nuestro señor.
- Suelo venir un poco mas tarde, cuando la calle esta mas concurrida por mis… compradores. Veo que tiene prisa por irse, pero antes de eso mi espíritu comerciante me obliga a preguntar ¿No hay nada que quiera comprar?
Amante de las sandías, nuestro personaje rápidamente pregunto por ellas.
- ¡Vaya casualidad! Justo hoy quise experimentar que tal me iba vendiendo frutas y traje un par de sandias conmigo. Aquí las tiene.
- ¡Muchas gracias! – Respondió nuestro hombre. Pagó ambas sandías y siguió con su camino.
Ya en la tranquilidad de su casa, acostado y con un té caliente hecho por su mujer, tuvo uno de esos tardíos antojos que nos da de vez en cuando a todos.
- Cariño, hoy compré dos sandías y las traje a casa. ¿Las has visto? – preguntó.
Si las vi. Las puse en la nevera. Iré a buscar un poco porque yo también quiero. – Respondió su esposa, y fue a buscar sandía.
Nuestro hombre sonrió y se dedico a terminar su té, pero cuando oyó un grito femenino proveniente de la misma casa, derramó la bebida quemándose un poco. Fue a la cocina a ver la razón por la que su mujer había gritado. Y gritó el también.
No sé que paso con nuestro hombre después de eso, ni tampoco sé que fue lo que encontraron el y su mujer que los hizo gritar. Pero vamos ¿Cómo quieren que lo sepa? Yo soy solo un vendedor ambulante que dio hace algún tiempo con este lugar y ahora me gano la vida vendiendo aquí. Veo que tienen prisa por irse, pero mi espíritu comerciante me obliga a preguntar ¿Hay algo que deseen comprar?
+ Sandias | Creepypasta en español http://creepypastas.com/sandias-2.html#ixzz1vuyrNDzT
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
AHORA TE TOCA A VOS!