miércoles, 14 de septiembre de 2016

TIERRA DE CEMENTERIO

Esta historia provocó revuelo en el Colegio Sagrado Corazón (Tucumán), donde un docente fue separado de su cargo por utilizar este cuento para una evaluación (pueden leer la noticia aquí). Su autor es Julio César Gallardo. Espero que lo disfruten.




La noche es clara, muy clara. El plenilunio le da su claridad.
Las tumbas y criptas como en una visión, aparecen y desaparecen tras las figuras de negro o semidesnudas que corren, se retuercen y gritan entregándose al desenfreno de la orgía en medio de carcajadas y chillidos semejantes a los de las hienas.
Ahora, con los leños crepitando en la hoguera arrojando su luz sanguinolenta sobre los cuerpos artos de ultrajarse, la escena es literalmente de pesadilla y se dilata hasta una hora en que la luna se ha movido varios grados más allá del medio cielo.
Exhaustos, rendidos, intoxicados y drogados por los vapores de asafétida, belladona, y otras tantas hierbas narcóticas, los cuerpos desparramados por el suelo parecen cadáveres escapados de las tumbas alrededor. Hay un hedor en la escena que no procede de las tumbas. Mirarla repugna, y algún valor impreso en la mente y el alma, se reciente y asquea sin poder definirse muy bien porqué.
En un vano esfuerzo diré que se siente como terror, asco y humillación.
Antes que la otra claridad sea evidente, una mujer muy vieja de carnes caídas y pelo sucio, se arrodilla junto a una tumba antigua. Rascando un poco la tierra húmeda y removida, hace contacto con la madera podrida de tiempo, e incorporándose un poco, ataca con el talón izquierdo la tapa que pronto cede astillándose hacia adentro. Tierra y madera caen al interior desplazando el gas espantoso que le pega de pleno en el rostro que ni pestañea. Luego mete la mano en el interior y extrae un manojo de huesos pequeños aun prendidos entre sí por restos de tendones o ligamentos mezclados con tierra y restos te tela. Este macabro puñado lo deposita a un costado y lo que realiza después es casi indescriptible. Dudo que la persona corriente conozca la operación que aun no estoy seguro de atreverme a describir. Si su sensibilidad es mucha y sus valores cristianos muy arraigados, le ruego abandone aquí mismo esta lectura. Pero si su curiosidad puede más, le ruego perdone mi crudeza narrativa despojada de delicadezas en pos de la veracidad.
Este engendro femenino, esta arpía infernal que espero no tenga hijos, se acuclilla sobre los restos sepulcrales que acaba de extraer y orina sobre ellos soltando chillidos que crispan los nervios mejor templados. Es un espectáculo repulsivo que no hace más que comenzar.
Luego acerca a su labor inmunda a un joven también desnudo e intoxicado a quien le succiona fuertemente el glande del pene, de manera tan insensible y con succiones tan fuertes, que lo hace gritar de dolor. Pronto logra su objetivo y escupe el semen sobre el emplasto lanzando siempre alaridos estridentes con gestos de malicia y vulgaridad insoportables. Cuando todos los elementos están reunidos comienza a amasar esta receta espeluznante con más tierra de la tumba, y continua así hasta que obtiene un amasijo de considerable tamaño y gran consistencia. Después extrae un trozo de tela de mortaja o de la ropa del difunto y lo envuelve todo repitiendo una letanía solo por ella conocida. El primer paso de la operación ha terminado.
Después, el amasijo descansará en algún obscuro rincón de su casa inundando con su malsana peste todos los ambientes. Cuando alguien le pregunte
- Pero… ¿Qué es ese olor?... – ella dirá simplemente
- No se, algo descompuesto en la heladera- o -este perro otra vez… - y así su obra
seguirá el curso de la naturaleza que también puede crear maldad. Porque a su debido tiempo, el emplasto produce muy peculiares formas de vida. Formas de vida que en sí, ya son de una horrenda utilidad que por todo lo más santo y puro me niego a declarar aquí.
Lo primero que esta…cosa…produce es flora. Una o dos especies de micro hongos, apenas visibles que suelen ser cosechadas bajo ciertas condiciones y solo en una cantidad mínima para darles un uso harto deplorable.
Después viene la fauna. Unos gusanos grisáceos que devoran los hongos y abonan la…cosa…con sus excreciones. Todo lo producido por la masa nefasta le es de utilidad a su creador. Tanto los gusanos parásitos, como sus deyecciones se utilizan de muchas formas en obras, que una vez más, pido perdón por no describir.
Durante un tiempo relativamente largo, el proceso se repite hasta que la tierra se seca completamente y ya no produce ni flora ni fauna. Entonces, la horrenda operación ha concluido.
La tierra es tratada en un mortero hasta que se convierte en un polvo finísimo y se guarda en frascos para su ulterior utilización.
Muchas ignorantes comadronas al oír la frase tierra de cementerio suponen que agenciándose grandes cantidades del humus o arcilla, arena o cualquiera sea la materia del suelo de un campo santo, ya tienen con esto una sustancia mágica insuperable para sus operaciones de brujería. ¡Pobres ignaras! En la exposición hecha mas arriba, en esa diabólica explicación se encuentra contenido uno de los secretos mejor guardados durante siglos por los nigromantes de los cinco continentes: la verdadera naturaleza de la llamada tierra de cementerio. ¿Tendrá el nefasto polvo la efectividad que los verdaderos nigromantes le asignan?...yo no se…ni quiero averiguarlo…usted ¿se anima?...

Fuente:  http://www.losmejorescuentos.com/cuentos/fantasticos1721.php

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