Siendo la muerte de un ser querido una de las experiencias más dolorosas a las que se enfrenta el ser humano, la partida de un niño pequeño suele adicionar, al sufrimiento por la pérdida, la sensación de injusticia, de desencanto, de sinsentido.
Contra este dolor aumentado, indomable a veces para los padres, se han ido construyendo rituales tradicionales para conjurar lo terrible de tal desgracia, dotándola de alguna significancia. Es el caso del llamado “velorio del angelito”.
Esta celebración nocturna tan peculiar constituía una tradición propia de territorios del sur de Chile, desde donde se habría difundido a Neuquén, y de allí a una amplia extensión argentina. En la actualidad mantiene vigencia principalmente en ciertos lugares de Santiago del Estero. Su origen primero parece ser árabe, teniendo luego difusión en Extremadura, Islas Canarias, Valencia, Alicante y Murcia.
Parte de la idea de que si un niño muere siendo menor de 7 años, o menor de 5 (el número varía de región en región), su alma es tan pura que no puede menos que llegar directamente al cielo, donde habrá de incorporarse a los coros celestiales. Para facilitar ese pasaje, la costumbre exige, en lugar de velorios oscuros y llenos de llanto, una reunión que exprese la alegría que produce ese destino angélico.
El cuerpo del pequeño se coloca dentro del ataúd y éste sobre una mesa, cubierto por un paño blanco con flecos. Si no se posee un paño de este tipo, se adosan a los costados del ataúd cintas o piolines. Los asistentes a la celebración hacen nudos en estos flecos, que representan oraciones que el angelito hará en el cielo por el alma del que hizo el nudo. Habitualmente la encargada de preparar y guardar estas disposiciones es la madrina del angelito. Circulan el mate y el licor mientras se bailan cuecas, cielitos, hueyas, medias cañas, triunfos, etc. Estas danzas permiten que el angelito reciba alas para llegar al cielo. La madre debe evitar llorar, para no mojar esas alas y permitirle así alzar vuelo. El último baile lo realizan los padrinos al amanecer, luego de lo cual se recitan cantares relacionados con la ocasión.
Un ejemplo de estos cantares:
“No llores, madre, no llores
no llores, tengas consuelo
que el angelito estará
en las grandezas del cielo.
no llores, tengas consuelo
que el angelito estará
en las grandezas del cielo.
¡Qué glorioso angelito
que se va para los cielos
rogando por madre y padre
y también por los abuelos!
Dichoso del angelito
que se va para no volver
a rogar por padre y madre
por su padrino también”
Algunas veces esta celebración se extendía por varios días. Finalmente se procedía con la marcha del cortejo fúnebre hasta el cementerio.
En ocasiones algún fotógrafo ambulante tomaba una foto del "finadito", que luego era colocada en un altar doméstico en el que se hacían ofrendas, constituyendo este un ejemplo de la costumbre de fotografiar a los muertos para tener algún recuerdo de su imagen (memento mori).
Ocurría también que a veces se "pedía prestado" al angelito, para poder realizar venta de bebidas alcohólicas en pulperías, o de producciónes de vino en domicilios particulares. En el siguiente extracto del Periódico Neuquén, de 1894, se denuncia un proceder de este tipo:
“Ha pocos días un vecino de esta capital perdió un hijo de cuatro años y como es consiguiente, lógico era que ese padre preso del mayor dolor, se llamase al recogimiento más grande que reclama la pena acerba en un sensible corazón, pero muy lejos de eso, consintió en celebrar la pérdida de su hijo con un baile que duró que duró hasta las primeras horas del siguiente día.
En una pieza de regulares dimensiones, se veía en uno de sus ángulos una mesa rústica sobre la que habían colocado, cual si estuviese lleno de vida, al niño muerto sentado con la cara diabólica pintarrajeada, llevando en su cabeza una corona de papel de colores, vestido enteramente de blanco, y en fin, un par de velas que lo alumbraban y alumbraban a la vez la sala de la orgía.
No era en el domicilio del padre en desgracia: la fiesta tenía lugar en casa de otro vecino, cuya mujer había solicitado al angelito para por intermedio de éste y de un baile, poder hacer venta de un barril de vino. A Fulano, había dicho la mujer de Zutano, “que me preste el angelito para vender mi vinito”. Y el préstamo se hizo sin ninguna resistencia dando el negocio resultados pingúes puesto que los borrachos no escasearon y el barril quedó completamente vacío.
Llamamos la atención de nuestras autoridades a fin de que se tomen cartas en asuntos de esta naturaleza, que si bien es una rareza que suceda en nuestra capital, nos consta que en la campaña se produce con
frecuencia, llevándose los angelitos de casa en casa hasta que la descomposición de la materia los obliga a enterrarlos. La moral exige se ponga coto a esas prácticas salvajes que no hacen más que conducir al crimen”
Una muestra relacionada con esta tradición
Fuentes:
http://www.folkloredelnorte.com.ar/tradicion/angelito.htm
http://www.cuco.com.ar/velorio_del_angelito.htm
http://www.oni.escuelas.edu.ar/2002/santiago_del_estero/madre-de-ciudades/velorio.htm
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/148/14815618001.pdf
very interesting
ResponderBorrar