lunes, 20 de mayo de 2013

CONEXION EQUIVOCADA

Hay quienes aun no conocen el alcance de sus acciones y por un momento de diversión, entregan su tiempo, su vida e incluso su alma en acciones equivocadas, como lo es en esta ocasión, involucrarse en una sesión de Ouija.

Estaba Andrés pagando su castigo limpiando la bodega de su padre, cuando encontró una vieja Ouija, llamó de inmediato a sus amigos, que estuvieron en su casa en menos de cinco minutos, después de ver el artefacto por un lado y por otro, por fin se decidieron a “experimentar”. Hicieron las típicas preguntas -¿Hay alguien ahí?-,-¿alguien quiere contactar con nosotros-, etc. Pero no obtuvieron respuesta hasta que uno de ellos mencionó –No, eso no funciona así, tienes que decir el nombre de quien quieres que te conteste, hay que contactar un muerto- el único que les vino a la cabeza fue Carlos, el hermano mayor de uno de ellos que había fallecido en un accidente de motocicleta hacia un par de meses.
Dijeron entonces –Carlos Luna, ven a nosotros- un intento y nada pasaba, dos y todo seguía igual, al tercero, un fuerte golpe azotó la puerta desde fuera, haciendo que todos saltaran de su lugar, era obvio que alguien intentaba abrir la puerta desde afuera, y no respondía cuando los jóvenes preguntaban quien era, como es de esperarse no faltó el valiente que pensó que aquello era simple casualidad, y se fue hasta la entrada para que los demás dejaran de gritar, abrió la puerta y en ese momento… las luces se apagaron dejando todo en completa oscuridad… gritos desgarradores se escucharon por todo el lugar, los vecinos llamaron a la policía y cuando estos llegaron encontraron una escena por demás desagradable.

sábado, 18 de mayo de 2013

EL FANTASMA DEL ASCENSOR


Cuenta la leyenda que el ascensor del edificio Napier en la Universidad de Adelaida se comporta de forma extraña. Hay veces que sus botones no responden y si subes en él de noche el ascensor te llevará a la planta sexta, sea ese o no tu destino…

Sally había recibido un ultimátum de su profesor, o entregaba esa misma noche el trabajo que llevaba días posponiendo o suspendería su asignatura. El ritmo de estudio que había en la Universidad de Adelaida (al sur de Australia) era realmente muy duro pero ese no era el motivo por el que Sally había descuidado sus obligaciones. La verdad es que si el ritmo de trabajo era duro el de las fiestas era frenético, y a pesar de que Sally era una buena estudiante se estaba dejando guiar excesivamente por un grupo de “amigas” que la llevaban de borrachera en borrachera.
Su profesor tenía en especial estima a Sally pues había demostrado sus grandes dotes e inteligencia en el primer ciclo del curso, por este motivo decidió darle una segunda oportunidad para entregar, o mejor dicho repetir completamente, su trabajo de fin de curso. Sally estaba desbordada con esta tarea y llevaba prácticamente dos días sin dormir. Se mantenía despierta a base de café, y tanta cafeína la mantenía medioparanoica y muy susceptible.
Eran las tres de la madrugada y tras hacer el último repaso a un trabajo del que estaba realmente orgullosa salió corriendo por el campus para entregarlo antes de irse a tomar un merecido descanso. Estaba un poco lejos del colegio mayor donde residía, en el edificio Napier. Una construcción de forma rectangular que por alguna extraña razón le provocaba escalofríos al recorrer sus pasillos. El hecho es que Sally era bastante asustadiza y la “sobredosis” de cafeína que llevaba en el cuerpo no le ayudaba a mantener la calma mientrasrecorría de madrugada el largo corredor de la sexta planta que llevaba al despacho del profesor.
Al llegar a su destino introdujo por debajo de la puerta del despacho su trabajo, con la esperanza de que su profesor lo encontrara a la mañana siguiente y le cambiara su calificación, permitiéndola avanzar a un nuevocurso. El camino de regreso al ascensor la mantenía medio paranoica, estaba muerta de miedo mientrascaminaba por unos pasillos en los que no había ni un alma. Cuando de repente…
Justo cuando estaba a pocos metros del ascensor apareció la figura de un hombre que salió de una de las puertas del pasillo de enfrente. El hombre con la cara totalmente desencajada avanzaba con un brazo sobre su pecho y otro extendido hacia ella, sus ojos abiertos como platos y una mueca atroz provocaron en Sally tanto miedo que ésta corrió hacia el ascensor y empezó a aporrear los botones como si con este gesto pudiera acelerar la llegada del elevador. Cuando parecía que el hombre la iba a alcanzar y Sally estaba a punto de salir corriendo en dirección contraria (un camino que bien sabía no la llevaría a ningún lado pues no tenía salida) sonó el timbre del ascensor.

viernes, 17 de mayo de 2013

MARIEL MANRIQUE. LA REVOCABILIDAD DE UN TEXTO


Quisiera haber ido al correo, a paso lento.
Guardar la carta en el bolsillo del pantalón,
elegir la estampilla y pasar la lengua por el borde del sobre.
La estampilla podría pertenecer, por ejemplo,
a la serie de bicicletas antiguas,
con reminiscencias de circo de pueblo
y un aire inevitable de melancolía.
Quisiera que hubieras visto mi caligrafía.
Un poco torpe, pretendidamente valiente,
cuidadosamente extendida sobre el papel en blanco,
como un pájaro que tiene frío.
Quisiera que hubieras visto ese papel,
arrancado de un cuaderno escolar con precisión quirúrgica.
Un papel sin renglones ni cuadrículas, un papel para saltar sin red,
hecho de puro vértigo.
El vértigo no es el miedo a la altura sino a las ganas de caer.
¿Por qué fui yo el que tuvo que dar el salto?

viernes, 10 de mayo de 2013

PLACIDO TU CUERPO, CONCILIADORAS TUS MANOS



Plácido tu cuerpo, tendido, insinuante. 
Tus manos sobre la cama, atrayentes, vueltas hacia mí las palmas. 
Un tenue resplandor nunca antes visto, irradiando tu rostro en la penumbra del cuarto. 
¿Sonríes? ¿Me llamas? 

Tu cuerpo en posición, paciente, irresistible. 
Conciliadoras tus manos, expectantes, tal vez ansiosas. 
El dulce aroma del momento en que las disputas se zanjan piel a piel. 
¿Me acoges? ¿Me tienes? 

Tu cuerpo contorsionado en esa forma tan compleja que siempre te brinda comodidad. 
Tus manos más codiciosas que nunca, renunciando por esta vez a esa satisfacción tan habituada. 
Nada puede contra el silencio de la noche que se cuela en mi alma. Cierro los ojos y no hay más que esa imagen: tu perfección, por única vez. 

Ahora que, como siempre, no ves, ni escuchas, ni me regalas tu perfume, ni me brindas tu abrazo. Por sobre todas las cosas, ahora que callas… Hay algo más allá de mis sentidos que adivino arremolinándose sobre ti. Una luz fuera del espectro, una fragancia fantaseada, un sabor desconocido, una tibieza pospuesta, una palabra negada. 

miércoles, 1 de mayo de 2013

FOTOGRAFIAS DE ANIMALES

—Cuídalo mucho. Es posible que me extrañe, así que llamaré a diario, y muéstrale fotos mías mientras
hablamos. Los gatos pueden volverse muy independiente si se les da las facilidades, y no quiero eso, ¿entendido? Él es muy excéntrico en ciertos aspectos, pero si mantienes los cuidados que te dejé en la lista no deberías tener problemas.
—Descuida… Suerte.
Y así comenzó mi viaje. Tenía una importante reunión de trabajo al otro lado del país, serían cinco horas en avión; agotador, pero necesario, pues la empresa atravesaba un momento muy complicado.
Mi gato, razón de mis alegrías, se llamaba Jack. No podía llevarlo conmigo, el simple hecho de que ocurriera una descompresión en la zona de carga del avión, y muriera, me volvería loca. Le pedí a un vecino de confianza, quien es lo más cercano a un amigo que tengo, que lo cuidara. Le di las indicaciones para ello. El viaje es de una semana completa, si todo sale a la perfección, serían menos de 180 horas sin verlo.

21 de julio:

Las cosas están complicadas aquí, nuestras acciones bajan de valor, las compran puros incompetentes que sólo perjudican la empresa. Fácilmente podemos caer en bancarrota cualquier día de estos, perder mi trabajo, y lo peor, sin poder alimentar a Jack. Tendré que esforzarme el resto de la semana.
Llamé a mi vecino alrededor de las 9 p.m y lo puse al día con lo ocurrido, su estúpida condición para seguir cuidando de Jack, y después hablé con mi gato. Parecía feliz al hablarle. Eso me alegró la noche, o al menos el disgusto de la realidad de la empresa.

22 de julio:

Para el mediodía recibí un correo electrónico, lo leí a través de mi celular, en el cual tenía también un pequeño mensaje con un archivo adjunto, una imagen. El correo decía: «Lo siento, pero cambio de planes: en vez de llamarnos, ¿por qué no mejor intercambiar fotos? Yo te envío una, luego tú envíame otra con tu reacción al ver mi foto».
Me pareció raro, casi quería llamarlo para decirle que prefería las llamadas, pero primero vi el archivo adjunto y de inmediato cambié de parecer. En él se mostraba a mi gato con la cara de ternura que ponía al ronronearme en los tobillos —Dios, cómo lo extraño—, un lápiz tinta entre las patas y un cartel que decía «Vamos Cariño, tú sabes que puedes hacerlo. ¡ÁNIMO!». Me pareció tan… hermoso. Respondí con una foto mía conmovida, casi llorando; pero manteniendo la dignidad de una mujer que trata de llevar adelante a su gato. Acoté también un texto, agradeciéndole.
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