Samuel tenía los ojos vendados. Se hallaba en un hospital, y con él estaba su esposa. Con la mano izquierda apoyada en el hombro de ella, la siguió por el interior del edificio, que era inmenso. Le habían operado los ojos y aún no veía. Su esposa lo hizo sentarse en un banco y le dijo:
- ¡Espera aquí! ¡Voy a preguntar si vino el doctor! ¿Me escuchaste?
- Claro que te escuché mujer, si me has gritado casi al oído. Mi problema es que no puedo ver, no estoy sordo, pero si me sigues gritando así… ¡Jajaja! -bromeó Samuel.
- No has perdido el sentido del humor. Eres como un zorro viejo ¡Jaja! Bueno, voy y vuelvo enseguida.
Al poco rato de quedar solo, sintió que tiraban de la manga de su camisa.
- Señor, señor… -dijo una voz infantil de niña.
- ¿Sí? ¿Qué pasa, qué quieres, muchachita? -preguntó Samuel, algo sorprendido.
- Su esposa me dijo que lo lleve con ella.
- ¿Por qué? ¿Ella está bien? ¿Y tú quién eres?
- Ella está bien, señor. Me pidió que lo llevara porque ahora no puede venir, por algo del doctor, creo que dijo.
- Bueno, vamos.
Al ponerse de pié sintió que una mano pequeña tomaba la suya y tiraba de ella. - Por aquí -lo guió la voz de niña. Como no caminaba muy rápido, apenas podía seguirle el paso a si guía.
- Ve un poco más despacio, muchachita. No estoy acostumbrado a caminar así -esperó que le contestara algo pero no lo hizo, y empezó a tirar más de su mano, y apretaba fuerte, y Samuel sintió que los dedos que lo tomaban de la mano eran duros y tenían las uñas largas.
Cuando ya estaba seguro de que su guía no era una y empezaba a experimentar un creciente terror, escuchó la voz de su mujer:
- ¿¡Samuel, dónde estás!?
- ¡Aquí, ven rápido! ¡Aquí…! -al gritar sintió que lo soltaban.
- ¿Te has vuelto loco? ¿Qué hacías por aquí? -preguntó la voz de su mujer.
- Una niña… algo, no sé, me dijo que venía de tu parte, y yo la seguí. Debe estar por aquí todavía.
- Aquí no hay nadie más, estamos solos.
- Pero recién me soltó… no escuché que corriera… ¿Qué está pasando aquí?
- Tal vez estaba aquí pero se fue, no importa, vámonos, que estamos en la parte del hospital que ya no se usa, estamos en la parte abandonada.
Él estiró el brazo y nuevamente lo tomaron de la mano. Caminaron otro rato hasta que él preguntó:
- ¿Cómo me encontraste tan rápido? Te estoy hablando mujer, ¿Querida…? -pero no le contestaron, sólo apretaron más su mano y lo jalaron con más fuerza.
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