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martes, 24 de enero de 2017
LOS CHICOS - de Ana María Matute
Eran cinco o seis, pero así, en grupo, viniendo carretera adelante, se nos antojaban quince o veinte. Llegaban casi siempre a las horas achicharradas de la siesta, cuando el sol caía de plano contra el polvo y la grava desportillada de la carretera vieja, por donde ya no circulaban camiones ni carros, ni vehículo alguno. Llegaban entre una nube de polvo que levantaban sus pies, como las pezuñas de los caballos. Los veíamos llegar y el corazón nos latía de prisa. Alguien, en voz baja, decía: «¡Que vienen los chicos…!» Por lo general, nos escondíamos para tirarles piedras, o huíamos.
Porque nosotros temíamos a los chicos como al diablo. En realidad, eran una de las mil formas de diablo, a nuestro entender. Los chicos, harapientos, malvados, con los ojos oscuros y brillantes como cabezas de alfiler negro. Los chicos, descalzos y callosos, que tiraban piedras de largo alcance, con gran puntería, de golpe más seco y duro que las nuestras. Los que hablaban un idioma entrecortado, desconocido, de palabras como pequeños latigazos, de risas como salpicaduras de barro. En casa nos tenían prohibido terminantemente entablar relación alguna con esos chicos. En realidad, nos tenían prohibido salir del prado bajo ningún pretexto. (Aunque nada había tan tentador, a nuestros ojos, como saltar el muro de piedras y bajar al río, que, al otro lado, huía verde y oro, entre los juncos y los chopos.) Más allá, pasaba la carretera vieja, por donde llegaban casi siempre aquellos chicos distintos, prohibidos.
Los chicos vivían en los alrededores del Destacamento Penal. Eran los hijos de los presos del Campo, que redimían sus penas en la obra del pantano. Entre sus madres y ellos habían construido una extraña aldea de chabolas y cuevas, adosadas a las rocas, porque no se podían pagar el alojamiento en la aldea, donde, por otra parte, tampoco eran deseados. «Gentuza, ladrones, asesinos.. .» decían las gentes del lugar. Nadie les hubiera alquilado una habitación. Y tenían que estar allí. Aquellas mujeres y aquellos niños seguían a sus presos, porque de esta manera vivían del jornal que, por su trabajo, ganaban los penados.
El hijo mayor del administrador era un muchacho de unos trece años, alto y robusto, que estudiaba el bachillerato en la ciudad. Aquel verano vino a casa de vacaciones, y desde el primer día capitaneó nuestros juegos. Se llamaba Efrén y tenía unos puños rojizos, pesados como mazas, que imponían un gran respeto. Como era mucho mayor que nosotros, audaz y fanfarrón, le seguíamos adonde él quisiera.
El primer día que aparecieron los chicos de las chabolas, en tropel, con su nube de polvo, Efrén se sorprendió de que echáramos a correr y saltáramos el muro en busca de refugio.
-Sois cobardes -nos dijo-. ¡Esos son pequeños!
No hubo forma de convencerle de que eran otra cosa, de que eran algo así como el espíritu del mal.
-Bobadas -nos dijo. Y sonrió de una manera torcida y particular, que nos llenó de admiración.
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sábado, 21 de enero de 2017
EL MONTE DE LAS ANIMAS - de Gustavo Adolfo Bécquer + videolibro
EL MONTE DE LAS ÁNIMAS
Gustavo Adolfo Bécquer
La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.
Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.
Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.
Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.
I
-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.
-¡Tan pronto!
-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.
-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?
-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.
Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia.
Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:
-Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron.
Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos.
Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.
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viernes, 13 de enero de 2017
EL CABALLITO DE MADERA - de D. H. Lawrence + Video de Laiseca
EL CABALITO DE MADERA
D. H. Lawrence
Era una mujer hermosa, que había empezado con todas las ventajas que puede deparar la vida, y que, sin embargo, no tuvo suerte. Se casó por amor, y el amor se redujo a polvo.
Tuvo hermosos hijos, pero llegó a creer que le habían sido impuestos, y no pudo amarlos. Ellos la miraban con frialdad, como si la encontraran culpable. Y bien pronto ella sintió que debía ocultar alguna falta. Sin embargo, nunca supo cuál era esa culpa que debía ocultar. Pero cuando sus hijos estaban presentes, sentía endurecérsele el centro del corazón. Esto la inquietaba, y en su inquietud trataba de mostrarse afectuosa y solícita con ellos, como si los quisiera mucho. Sólo ella sabía que en el centro de su corazón había un lugarcito duro que no podía sentir amor, que no podía amar a nadie. Todos decían: "Es una buena madre. Adora a sus hijos". Sólo ella y sus mismos hijos sabían que no era así. Leían la verdad en sus miradas.
Tenía un varón y dos niñas. Vivían en una casa agradable, con jardín, con criados discretos, y se sentían superiores a todos los vecinos.
Pero, aunque guardaban las apariencias, reinaba siempre en la casa cierta ansiedad.
El dinero nunca era suficiente. La madre tenía una pequeña renta, y el padre tenía una pequeña renta, mas no bastaban para conservar la posición social que debían mantener.
El padre trabajaba en una oficina de la ciudad. Tenía buenas perspectivas, pero esas perspectivas nunca se materializaban. Y aunque conservaran las apariencias, persistía siempre la punzante sensación de la escasez de dinero.
Por fin dijo la madre:
-Veré si yo puedo hacer algo.
Pero no sabía por dónde empezar. Se devanó los sesos, probó esto y aquello sin encontrar nada eficaz. El fracaso grabó profundos surcos en su rostro. Sus hijos crecían, pronto tendrían que ir a la escuela. Hacía falta dinero, más dinero. Parecía que el padre, siempre muy elegante y dispendioso en la satisfacción de sus gustos, nunca podría hacer nada que valiese la pena. Y la madre, que tenía mucha fe en sí misma, no logró mejores resultados y además era tan derrochadora como el padre.
Y así fue como penetró en la casa aquella frase tácita: ¡Hace falta más dinero! ¡Hace falta más dinero! Los niños la oían permanentemente, aunque nadie la pronunciaba en alta voz. La oían en la Navidad, cuando los costosos y espléndidos juguetes llenaban su cuarto. Detrás del reluciente caballito de madera, detrás de la elegante casa de muñecas, una voz, de pronto, empezaba a susurrar: "¡Hace falta más dinero! ¡Hace falta más dinero!" Y los niños se interrumpían en sus juegos, para escuchar la voz. Se miraban a los ojos, para comprobar si todos la habían oído. Y cada uno veía en los ojos de los otros dos que también habían oído. "¡Hace falta más dinero! ¡Hace falta más dinero!"
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sábado, 7 de enero de 2017
EL EXTRAÑO - H.P. Lovecraft - con video de Laiseca
EL EXTRAÑO
de H.P. Lovecraft
No sé dónde nací, salvo que el castillo era infinitamente horrible, lleno de pasadizos oscuros y con altos cielos rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras. Las piedras de los agrietados corredores estaban siempre odiosamente húmedas y por doquier se percibía un olor maldito, como de pilas de cadáveres de generaciones muertas. Jamás había luz, por lo que solía encender velas y quedarme mirándolas fijamente en busca de alivio; tampoco afuera brillaba el sol, ya que esas terribles arboledas se elevaban por encima de la torre más alta. Una sola, una torre negra, sobrepasaba el ramaje y salía al cielo abierto y desconocido, pero estaba casi en ruinas y sólo se podía ascender a ella por un escarpado muro poco menos que imposible de escalar.
Debo haber vivido años en ese lugar, pero no puedo medir el tiempo. Seres vivos debieron haber atendido a mis necesidades; sin embargo, no puedo rememorar a persona alguna excepto yo mismo, ni ninguna cosa viviente salvo ratas, murciélagos y arañas, silenciosos todos. Supongo que, quienquiera que me haya cuidado, debió haber sido asombrosamente viejo, puesto que mi primera representación mental de una persona viva fue la de algo semejante a mí, pero retorcido, marchito y deteriorado como el castillo. Para mí no tenían nada de grotescos los huesos y los esqueletos esparcidos por las criptas de piedra cavadas en las profundidades de los cimientos. En mi fantasía asociaba estas cosas con los hechos cotidianos y los hallaba más reales que las figuras en colores de seres vivos que veía en muchos libros mohosos. En esos libros aprendí todo lo que sé. Maestro alguno me urgió o me guió, y no recuerdo haber escuchado en todos esos años voces humanas…, ni siquiera la mía; ya que, si bien había leído acerca de la palabra hablada nunca se me ocurrió hablar en voz alta. Mi aspecto era asimismo una cuestión ajena a mi mente, ya que no había espejos en el castillo y me limitaba, por instinto, a verme como un semejante de las figuras juveniles que veía dibujadas o pintadas en los libros. Tenía conciencia de la juventud a causa de lo poco que recordaba.
Afuera, tendido en el pútrido foso, bajo los árboles tenebrosos y mudos, solía pasarme horas enteras soñando lo que había leído en los libros; añoraba verme entre gentes alegres, en el mundo soleado allende de la floresta interminable. Una vez traté de escapar del bosque, pero a medida que me alejaba del castillo las sombras se hacían más densas y el aire más impregnado de crecientes temores, de modo que eché a correr frenéticamente por el camino andado, no fuera a extraviarme en un laberinto de lúgubre silencio.
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domingo, 19 de junio de 2016
FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO
También quiero compartir con ustedes en el día del padre la obra que dio origen a uno de los personajes más representativos del cine de terror. La paternidad del doctor respecto de la criatura, nadie puede ponerla en duda. Pero cada tanto vuelve a resonar la misma pregunta: cuando se habla del monstruo, ¿a cuál de los dos se hace referencia?.
Les dejo el link para leer online o descargar el pdf :
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jueves, 8 de octubre de 2015
SOY LEYENDA de Richard Matheson
Hola amigos y amigas, esta vez quiero compartir con ustedes una novela corta que realmente disfruté mucho en su momento. Si vieron la película de Will Smith olvídenla por completo, es una adaptación terrible que cambia el sentido de la obra. Hasta el significado del título se pierde, lo cual es bastante fulero... Aquí a la izquierda tienen una foto del autor, don Richard.
Los dejo con los primeros párrafos, luego si les interesa pueden descargar el pdf (link al final).
Espero que sea de su agrado. Cualquier comentario al respecto será bienvenido, como siempre.
SOY LEYENDA
Richard Matheson
I - Enero de 1976
1
En aquellos días nublados, Robert Neville no sabía con certeza cuándo se pondría el sol, y a veces ellos ya ocupaban las calles antes de que él regresara. Durante toda su vida, la hora del crepúsculo estaba relacionada con el aspecto del cielo, y por lo general, prefería no alejarse demasiado. Paseaba alrededor de la casa, bajo una luz grisácea y débil, con un cigarrillo en la boca y un hilo de humo por encima del hombro. Comprobó que las ventanas no tuvieran alguna madera suelta. Los ataques más violentos dejaban tablones rotos o medio arrancados, y debía remendarlos. Odiaba esta tarea. Hoy afortunadamente, sólo faltaba un tablón. Cuando estuvo en el patio revisó el invernadero y el depósito de agua. A veces los hierros que cubrían el depósito se aflojaban y las cañerías estaban retorcidas o rotas. A veces, en el invernadero, las piedras que arrojaban por encima del muro agujereaban los cristales y había que cambiarlos. Pero el depósito y el invernadero estaban intactos en esta ocasión. Regresó a la casa. Cuando abrió la puerta de calle apareció en el espejo una imagen de sí mismo absolutamente distorsionada. Hacía un mes que había colgado allí aquel espejo agrietado. Al cabo de pocos días, algunos trozos caían en el porche. Puede caer entero, pensó. No tenía idea de colgar allí otro maldito espejo; no valía la pena. En cambio, había puesto algunas cabezas de ajo. Darían mejor resultado. Cruzó lentamente la sala, sumida en el más absoluto silencio, dobló por el oscuro pasillo de la izquierda, y entró en el dormitorio. En otro tiempo, la habitación había estado abarrotada de adornos, pero ahora todo era completamente funcional. Como la cama y el escritorio ocupaban muy poco espacio, había convertido una pared en almacén. En el estante se podía encontrar un serrucho, un torno y una piedra de esmeril. Y en la pared, un muestrario completo de herramientas. Neville cogió el martillo y encontró, en medio del desorden de una caja, unos cuantos clavos. Volvió a salir, y clavó rápidamente el tablón que se había estropeado, arrojando los clavos restantes en la derrumbada puerta próxima. Permaneció allí durante un rato, de pie en el jardín, contemplando la calle larga y silenciosa. Era un hombre alto, tenía treinta y seis años y su ascendencia era inglesa y alemana. En su rostro, nada llamaba especialmente la atención, excepto la boca, ancha y firme, y los brillantes ojos azules, que observaban ahora las ruinas de las casas vecinas. Las había quemado para evitar que se acercaran por los tejados. Pasados algunos minutos, respiró hondo y volvió a entrar. Arrojó el martillo sobre el sofá de la entrada, encendió otro cigarrillo y tomó la copa de la media mañana. Poco después entró en la cocina de mala gana. Debía deshacerse de la basura acumulada en el vertedero. Debía también quemar los platos y vasos de papel, y quitar el polvo a los muebles, y lavar el fregadero y la bañera, y cambiar las sábanas y la funda de la almohada. Pero vivía solo, y esas cosas podían esperar.
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lunes, 29 de junio de 2015
ADIOS, AMOR OSCURO - de Roberta Lannes
Una historia relativamente corta aunque bastante fuerte, muy recomendable. Contiene algunas referencias sexuales explícitas, vaya el aviso.
También va mi agradecimiento a Laura, que hace tiempo me recomendó este texto :)
Marla pasó los dedos por el dobladillo de su bata de felpa y separó la parte delantera. Se
inclinó hacia la cama donde yacía el cuerpo, inmóvil y muerto.
Dejó que la bata resbalara por sus hombros. Produjo un sonido apagado, como el aleteo
del ala de un cisne, cuando golpeó el suelo. Ella se miró los pechos, y luego volvió la mirada
hacia la forma que se volvía gris lentamente. Agarrándose un pezón, buscó con la otra mano
el cuerpo y la exquisita erección que se alzaba por encima de la ancha banda elástica. Su
mano envolvió la vara mientras manipulaba el pezón hasta endurecerlo. Jadeó mientras
sacudía el pétreo miembro a la vez que se masajeaba, se provocaba, se excitaba. Sus dedos se
movieron hacia su entrepierna, separando los labios, ansiando el nudo de carne. Se tocó. Se
estremeció. Vibró llena de urgencia. Sintió que se aproximaba al clímax.
-No, no -susurró-. De esta forma no.
Le soltó y se recuperó, junto a su mente, del lugar en el que había estado. Se obligó a
pensar en el exterior, la parada de autobús donde la gente esperaba que sus vidas volvieran a
empezar, intercambiando mentiras y miradas cansadas. Escuchó sus voces distantes. Ruidos
de motor. Oyó su reloj. La radio sonaba suavemente en la habitación principal. Música.
Juguetona. Muy lejos. Calma.
Un llanto. El bebé. El bebé de la señora López.
Marla sonrió.
Tan perfecto.
Tan nuevo.
Tan in... pero no.
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martes, 24 de diciembre de 2013
UN CUENTO DE NAVIDAD - CHARLES DICKENS
Sobre el autor
Nombre completo: Charles John Huffan Dickens
Lugar de nacimiento: Portsmouth, Inglaterra
Fecha de nacimiento: 7 de febrero de 1812
Murió: 9 de junio de 1870
Géneros literarios: Novelas
Libros más destacados: Cuento de Navidad, Oliver Twist,
Fue un famoso novelista inglés y uno de los más conocidos de la literatura universal, quien supo manejar con maestría el género narrativo, el humor, el sentimiento trágico de la vida, la ironía, con una aguda y álgida crítica social así como las descripciones de gentes y lugares, tanto reales como imaginarios.
Pasó su infancia en Londres y en Kent, lugares descriptos frecuentemente en sus obras. Abandonó su escuela y se vio obligado a trabajar desde muy chico, al ser encarcelado su padre por deudas. La mayor parte de su formación la hizo como autodidacta, y su novela "David Copperfield" (1850) es en parte autobiográfica y trasunta sus sentimientos al respecto. A partir de 1827 comenzó a prepararse para trabajar como reportero, en una publicación de un tío, The Mirror of Parliament, y para el periódico liberalThe Morning Chronicle.
Aprendió taquigrafía y, poco a poco, consiguió ganarse la vida con lo que escribía; empezó redactando crónicas de tribunales para acceder, más tarde, a un puesto de periodista parlamentario y, finalmente, bajo el seudónimo de Boz, publicó una serie de artículos inspirados en la vida cotidiana de Londres (Esbozos por Boz).
La publicación por entregas de prácticamente todas sus novelas creó una relación especial con su público, sobre el cual llegó a ejercer una importante influencia, y en sus novelas se pronunció de manera más o menos directa sobre los asuntos de su tiempo.
En estos años, evolucionó desde un estilo ligero a la actitud socialmente comprometida de Oliver Twist.
Charles Dickens era una personalidad muy reconocida y sus novelas fueron muy populares durante su vida.
Su vida familiar fue azarosa, con varios fracasos matrimoniales y muchos hijos.
Murió el 9 de junio de 1870 y sus restos fueron sepultados en la abadía de Westminster.
Listado de sus obras:
Papeles póstumos del Club Pickwick, 1836 - 1837
Oliver Twist, 1837 - 1839
Nicholas Nickleby, 1838 - 1839
La tienda de antigüedades, 1840 - 1841
Barnaby Rudge, 1841
Cuento de Navidad, 1843
Martin Chuzzlewit, 1843 - 1844
Dombey e hijo, 1846 - 1848
David Copperfield, 1849 - 1850
Casa desolada, 1852 - 1853
Tiempos difíciles, 1854
La pequeña Dorrit, 1855 - 1857
Historia de dos ciudades, 1859
Grandes esperanzas, 1860 - 1861
Nuestro común amigo, 1864 - 1865
El guardavía, 1866
UN CUENTO DE NAVIDAD
Capítulo I – El Espectro de Marley
Empecemos por decir que Marley había muerto. De ello no cabía la menor duda. Firmaron la partida de su enterramiento el clérigo, el sacristán, el comisario de entierros y el presidente del duelo. También la firmó Scrooge. Y el nombre de Scrooge era prestigioso en la Bolsa, cualquiera que fuese el papel en que pusiera su firma.
El viejo Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
¡Bueno! Esto no quiere decir que yo sepa por experiencia propia lo que hay particularmente muerto en el clavo de una puerta; pero puedo inclinarme a considerar un clavo de féretro como la pieza de ferretería más muerta que hay en el comercio. Mas la sabiduría de nuestros antepasados resplandece en los símiles, y mis manos profanas no deben perturbarla, o desaparecería el país. Me permitiré pues, repetir enfáticamente que Marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta.
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sábado, 15 de junio de 2013
THE HELLBOUND HEART / EL CORAZON CONDENADO (HELLRAISER)
Probablemente todos los fanáticos de la saga Hellraiser conocen el origen de ese macabro universo, pero para quienes no están familiarizados con el tema, les cuento que todo comenzó con un relato breve del gran Clive Barker. The Hellbound Heart apenas sobrepasa las 50 páginas, pero constituye un relato de horror de alta calidad. Imprescindible para los lectores del género. Les dejo aquí el link para que quienes lo deseen puedan descargarlo.
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lunes, 1 de abril de 2013
SUPLICIO - EL CUERPO DE LOS CONDENADOS (extracto)

Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a "pública retractación ante la puerta principal
de la Iglesia de París", adonde debía ser "llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa,
con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano"; después, "en dicha carreta, a la
plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán serle] atenaceadas las
tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió
dicho parricidio,1 quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo
derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a
continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco
consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento".
"Finalmente, se le descuartizó, refiere la Gazette d'Amsterdam. Esta última operación fue muy larga,
porque los caballos que se utilizaban no estaban acostumbrados a tirar; de suerte que en lugar de
cuatro, hubo que poner seis, y no bastando aún esto, fue forzoso para desmembrar los muslos del
desdichado, cortarle los nervios y romperle a hachazos las coyunturas. . .
"Aseguran que aunque siempre fue un gran maldiciente, no dejó escapar blasfemia alguna; tan
sólo los extremados dolores le hacían proferir horribles gritos y a menudo repetía: 'Dios mío, tened
piedad de mí; Jesús, socorredme.' Todos los espectadores quedaron edificados de la solicitud del
párroco de Saint-Paul, que a pesar de su avanzada edad, no dejaba pasar momento alguno sin
consolar al paciente."
Y el exento Bouton: "Se encendió el azufre, pero el fuego era tan pobre que sólo la piel de la parte
superior de la mano quedó no más que un poco dañada. A continuación, un ayudante,
arremangado por encima de los codos, tomó unas tenazas de acero hechas para el caso, largas de
un pie y medio aproximadamente, y le atenaceó primero la pantorrilla de la pierna derecha,
después (12) el muslo, de ahí pasó a las dos mollas del brazo derecho, y a continuación a las
tetillas. A este oficial, aunque fuerte y robusto, le costó mucho trabajo arrancar los trozos de carne
que tomaba con las tenazas dos y tres veces del mismo lado, retorciendo, y lo que sacaba en cada
porción dejaba una llaga del tamaño de un escudo de seis libras.
"Después de estos atenaceamientos, Damiens, que gritaba mucho aunque sin maldecir, levantaba
la cabeza y se miraba. El mismo atenaceador tomó con una cuchara de hierro del caldero mezcla
hirviendo, la cual vertió en abundancia sobre cada llaga. A continuación, ataron con soguillas las
cuerdas destinadas al tiro de los caballos, y después se amarraron aquéllas a cada miembro a lo largo de los muslos, piernas y brazos.
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EL HOMBRECITO DEL AZULEJO de Manuel Mujica Lainez
EL HOMBRECITO DEL AZULEJO
1875
1875
Los dos médicos cruzan el zaguán hablando en voz baja. Su juventud puede más que sus barbas y que sus levitas severas, y brilla en sus ojos claros. Uno de ellos, el doctor Ignacio Pirovano, es alto, de facciones resueltamente esculpidas. Apoya una de las manos grandes, robustas, en el hombro del otro, y comenta: -Esta noche será la crisis.
- Sí, responde el doctor Eduardo Wilde; hemos hecho cuanto pudimos.
- Veremos mañana. Tiene que pasar esta noche...Hay que esperar...
Y salen en silencio. A sus amigos del club, a sus compañeros de la Facultad,
del Lazareto y del Hospital del Alto de San Telmo, les hubiera costado
reconocerles, tan serios van, tan ensimismados, porque son dos hombres famosos
por su buen humor, que en el primero se expresa con farsas estudiantiles y en el
segundo con chisporroteos de ironía mordaz.
Cierran la puerta de calle sin ruido y sus pasos se apagan en la noche.
Detrás, en el gran patio que la luna enjalbega, la Muerte aguarda, sentada en
el brocal del pozo. Ha oído el comentario y en su calavera flota una mueca que
hace las veces de sonrisa. También lo oyó el hombrecito del azulejo.

Ese niño, ese Daniel a quien la Muerte atisba ahora desde el brocal, fue en
seguida su amigo. Le apasionó el misterio del hombrecito del azulejo, de ese
diminuto ser que tiene por dominio un cuadrado con diez centímetros por lado, y
que sin duda vive ahí por razones muy extraordinarias y muy secretas. le dio un
nombre. Lo llamó Martinito, en recuerdo del gaucho don Martín que le regaló un
petiso cuando estuvieron en la estancia de su tío materno, en Arrecifes, y que
se le parece vagamente, pues lleva como él unos largos bigotes caídos y una
barba en punta y hasta posee un bastón hecho con una rama de manzano.
- ¡Martinito! ¡Martinito!
El niño lo llama al despertarse , y arrastra a la gata gruñona para que lo
salude. Martinito es el compañero de su soledad. Daniel se acurruca en el suelo
junto a él y le habla durante horas, mientras la sombra teje en el suelo la
minuciosa telaraña de la cancela, recortando sus orlas y paneles y sus finos
elementos vegetales, con la medialuna del montante donde hay una pequeña lira.
Martinito, agradecido a quien comparte su aislamiento, le escucha desde su
silencio azul, mientras las pardas van y vienen, descalzas, por el zaguán y
por el patio que en verano huele a jazmines del país y en invierno, sutilmente,
al sahumerio encendido en el brasero de la sala.
Pero ahora el niño está enfermo, muy enfermo. Ya lo declararon al salir los
doctores de barba rubia. Y la Muerte espera en el brocal.
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viernes, 22 de marzo de 2013
EDWARD GOREY: LOS PEQUEÑOS MACABROS
Recientemente he podido asomarme a la obra de Edward Gorey gracias a mi amiga Laura, quien me recomendó el libro cuyas páginas verán escaneadas abajo. Este artista estadounidense se caracteriza por sus ilustraciones oscuras y macabras, poseedoras sin embargo de una simpatía muy particular. Gorey, dueño de amplios conocimientos literarios y cinematográficos, es reconocido además por su participación en la serie Mistery! (1980), y por haber sido galardonado con un Tony Award en 1977 por el diseño de vestuario de la versión de Broadway de "Dracula".
Seguramente a muchos Gorey y su obra no les resultarán familiares, pero un dato interesante (y que se vuelve evidente luego de ver un poco de su trabajo), es que este autor es fuente de inspiración para el viejo y querido Tim Burton, entre otros.
Seguramente a muchos Gorey y su obra no les resultarán familiares, pero un dato interesante (y que se vuelve evidente luego de ver un poco de su trabajo), es que este autor es fuente de inspiración para el viejo y querido Tim Burton, entre otros.
Con ustedes:
Los Pequeños Macabros
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La A es por Amy que cayó por las escaleras.
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B es por Basil agredido por osos.
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C es por Clara quien se consumió.
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lunes, 4 de febrero de 2013
INOLVIDABLES: ELOGIO DE LA MUÑECA DE TRAPO - de "Las Torres de Nuremberg"
ELOGIO DE LA MUÑECA DE TRAPO
La muñeca de trapo no parece de trapo.
La gente sin corazón no la ama
porque dice que no tiene pies ni brazos.
Pero eso es mentira.
La muñeca de trapo
es una viejecita que duerme, duerme, duerme,
con los pies escondidos en el vestido largo.
Es una viejecita
con una pañoleta que le tapa las manos.
Su cara está arrugada porque ha sufrido mucho,
y porque tiene muchos, muchos años.
Fue la primer muñeca que se hizo en el mundo.
Y es por eso que todos los niños la adoramos,
y le cantamos siempre el arrorró,
y la mecemos en los brazos,
y le hicimos la cuna, la cuna más pobre,
que es también, como ella, de trapo.
INOLVIDABLES: LAS TORRES DE NUREMBERG - Incluye "La cápsula de fusil"
Habitualmente se espera que una persona aprenda a leer en algún momento de su primer curso de escuela primaria, más o menos a los seis años de edad. A veces esta habilidad tarda un poco en desarrollarse, y a veces surge antes de lo previsto. Yo aprendí a leer bastante antes de ir a la escuela, y entre tantas lecturas de diarios y revistas (por el puro placer de ejercitar la novedosa habilidad adquirida), recuerdo con mucho cariño un libro que en aquellos años estimuló mi imaginación y conmovió mis sentimientos. Como podrán adivinar, su título le da nombre a este post.
Su autor fue José Sebastián Tallon, quien vivió en Buenos Aires desde su nacimiento en 1904 hasta su fallecimiento en 1954. Desde joven se dedicó a la literatura para niños, y Las Torres de Nuremberg supone su obra cumbre, donde reúne poemas, adivinanzas, juegos de palabras e historias de lo más diversas. En sus páginas se deslizan palabras simples y alegres, que se entremezclan con otras menos coloridas. Allí hay cabida no solo para la risa y el juego, sino también para la reflexión, la ternura, el asombro y una especie de dulce melancolía, que no puede más que enriquecer el mundo infantil.
Las Torres de Nuremberg se publicó en 1927. Algunos de sus personajes son conocidos por muchos aún hoy, otros seguramente son grandes desconocidos. Considero altamente recomendable leer este libro, sin importar la edad que se tenga.
Les dejo uno de los textos que componen esta obra.
Su autor fue José Sebastián Tallon, quien vivió en Buenos Aires desde su nacimiento en 1904 hasta su fallecimiento en 1954. Desde joven se dedicó a la literatura para niños, y Las Torres de Nuremberg supone su obra cumbre, donde reúne poemas, adivinanzas, juegos de palabras e historias de lo más diversas. En sus páginas se deslizan palabras simples y alegres, que se entremezclan con otras menos coloridas. Allí hay cabida no solo para la risa y el juego, sino también para la reflexión, la ternura, el asombro y una especie de dulce melancolía, que no puede más que enriquecer el mundo infantil.
Las Torres de Nuremberg se publicó en 1927. Algunos de sus personajes son conocidos por muchos aún hoy, otros seguramente son grandes desconocidos. Considero altamente recomendable leer este libro, sin importar la edad que se tenga.
Les dejo uno de los textos que componen esta obra.
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martes, 8 de enero de 2013
SAKI (HECTOR HUGH MUNRO)
Como habrán podido notar, he publicado dos relatos que pertenecen a este autor; los dos que considero más remarcables y afines al blog. Aquí les dejo algunos datos para que conozcan a Saki.
Hector Hugh Munro, conocido por el seudónimo literario Saki (18 de diciembre de 1870 - 14 de noviembre de 1916), fue cuentista, novelista y dramaturgo británico. Sus agudos y, en ocasiones, macabros cuentos recrearon irónicamente la sociedad y la cultura victorianas en que vivió.
Nació en Akyab, Birmania. Era hijo de Charles Augustus Munro, inspector general de la policía birmana, cuando este país pertenecía aún al Imperio Británico. Su madre, de soltera Mary Frances Mercer, murió en 1872, corneada por una vaca. Este incidente pudo tener influencia en sus relatos. Su niñez se trastocaría al ser después trasladado a Inglaterra con unos parientes puritanos de personalidad severa e intransigente, la convivencia con los cuales amargaría para siempre su carácter. Algún indicio de esto se observa en su famoso relato "Sredni Vashtar".
Saki es considerado un maestro del relato corto, a menudo comparado con O. Henry y con Dorothy Parker. Sus personajes están finamente dibujados y sus elegantes tramas han recibido muy buenas críticas. Quizá sea "La ventana abierta" ("The Open Window") su cuento más famoso; su última frase: «Las fabulaciones improvisadas eran su especialidad», se ha hecho célebre. Saki escribió también tres obras teatrales, las novelas El insoportable Bassington (The Unbearable Bassington, 1912) y Al llegar Guillermo (When William Came, 1914), además de una parodia de Alicia en el país de las maravillas (The Westminster Alice, 1902).
Hector Hugh Munro, conocido por el seudónimo literario Saki (18 de diciembre de 1870 - 14 de noviembre de 1916), fue cuentista, novelista y dramaturgo británico. Sus agudos y, en ocasiones, macabros cuentos recrearon irónicamente la sociedad y la cultura victorianas en que vivió.
Nació en Akyab, Birmania. Era hijo de Charles Augustus Munro, inspector general de la policía birmana, cuando este país pertenecía aún al Imperio Británico. Su madre, de soltera Mary Frances Mercer, murió en 1872, corneada por una vaca. Este incidente pudo tener influencia en sus relatos. Su niñez se trastocaría al ser después trasladado a Inglaterra con unos parientes puritanos de personalidad severa e intransigente, la convivencia con los cuales amargaría para siempre su carácter. Algún indicio de esto se observa en su famoso relato "Sredni Vashtar".
Saki es considerado un maestro del relato corto, a menudo comparado con O. Henry y con Dorothy Parker. Sus personajes están finamente dibujados y sus elegantes tramas han recibido muy buenas críticas. Quizá sea "La ventana abierta" ("The Open Window") su cuento más famoso; su última frase: «Las fabulaciones improvisadas eran su especialidad», se ha hecho célebre. Saki escribió también tres obras teatrales, las novelas El insoportable Bassington (The Unbearable Bassington, 1912) y Al llegar Guillermo (When William Came, 1914), además de una parodia de Alicia en el país de las maravillas (The Westminster Alice, 1902).
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LA VENTANA ABIERTA - Saki
-Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel -dijo con mucho aplomo una señorita de quince años-; mientras tanto debe hacer lo posible por soportarme.
Framton Nuttel se esforzó por decir algo que halagara debidamente a la sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la tía que estaba por llegar. Dudó más que nunca que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fueran de alguna utilidad para la cura de reposo que se había propuesto.
-Sé lo que ocurrirá -le había dicho su hermana cuando se disponía a emigrar a este retiro rural-: te encerrarás no bien llegues y no hablarás con nadie y tus nervios estarán peor que nunca debido a la depresión. Por eso te daré cartas de presentación para todas las personas que conocí allá. Algunas, por lo que recuerdo, eran bastante simpáticas.
Framton se preguntó si la señora Sappleton, la dama a quien había entregado una de las cartas de presentación, podía ser clasificada entre las simpáticas.
-¿Conoce a muchas personas aquí? -preguntó la sobrina, cuando consideró que ya había habido entre ellos suficiente comunicación silenciosa.
-Casi nadie -dijo Framton-. Mi hermana estuvo aquí, en la rectoría, hace unos cuatro años, y me dio cartas de presentación para algunas personas del lugar.
Hizo esta última declaración en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.
-Entonces no sabe prácticamente nada acerca de mi tía -prosiguió la aplomada señorita.
-Sólo su nombre y su dirección -admitió el visitante. Se preguntaba si la señora Sappleton estaría casada o sería viuda. Algo indefinido en el ambiente sugería la presencia masculina.
-Su gran tragedia ocurrió hace tres años -dijo la niña-; es decir, después que se fue su hermana.
-¿Su tragedia? -preguntó Framton; en esta apacible campiña las tragedias parecían algo fuera de lugar.
-Usted se preguntará por qué dejamos esa ventana abierta de par en par en una tarde de octubre -dijo la sobrina señalando una gran ventana que daba al jardín.
-Hace bastante calor para esta época del año -dijo Framton- pero ¿qué relación tiene esa ventana con la tragedia?
-Por esa ventana, hace exactamente tres años, su marido y sus dos hermanos menores salieron a cazar por el día. Nunca regresaron. Al atravesar el páramo para llegar al terreno donde solían cazar quedaron atrapados en una ciénaga traicionera. Ocurrió durante ese verano terriblemente lluvioso, sabe, y los terrenos que antes eran firmes de pronto cedían sin que hubiera manera de preverlo. Nunca encontraron sus cuerpos. Eso fue lo peor de todo.
Framton Nuttel se esforzó por decir algo que halagara debidamente a la sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la tía que estaba por llegar. Dudó más que nunca que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fueran de alguna utilidad para la cura de reposo que se había propuesto.
-Sé lo que ocurrirá -le había dicho su hermana cuando se disponía a emigrar a este retiro rural-: te encerrarás no bien llegues y no hablarás con nadie y tus nervios estarán peor que nunca debido a la depresión. Por eso te daré cartas de presentación para todas las personas que conocí allá. Algunas, por lo que recuerdo, eran bastante simpáticas.
Framton se preguntó si la señora Sappleton, la dama a quien había entregado una de las cartas de presentación, podía ser clasificada entre las simpáticas.
-¿Conoce a muchas personas aquí? -preguntó la sobrina, cuando consideró que ya había habido entre ellos suficiente comunicación silenciosa.
-Casi nadie -dijo Framton-. Mi hermana estuvo aquí, en la rectoría, hace unos cuatro años, y me dio cartas de presentación para algunas personas del lugar.
Hizo esta última declaración en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.
-Entonces no sabe prácticamente nada acerca de mi tía -prosiguió la aplomada señorita.
-Sólo su nombre y su dirección -admitió el visitante. Se preguntaba si la señora Sappleton estaría casada o sería viuda. Algo indefinido en el ambiente sugería la presencia masculina.
-Su gran tragedia ocurrió hace tres años -dijo la niña-; es decir, después que se fue su hermana.
-¿Su tragedia? -preguntó Framton; en esta apacible campiña las tragedias parecían algo fuera de lugar.
-Usted se preguntará por qué dejamos esa ventana abierta de par en par en una tarde de octubre -dijo la sobrina señalando una gran ventana que daba al jardín.
-Hace bastante calor para esta época del año -dijo Framton- pero ¿qué relación tiene esa ventana con la tragedia?
-Por esa ventana, hace exactamente tres años, su marido y sus dos hermanos menores salieron a cazar por el día. Nunca regresaron. Al atravesar el páramo para llegar al terreno donde solían cazar quedaron atrapados en una ciénaga traicionera. Ocurrió durante ese verano terriblemente lluvioso, sabe, y los terrenos que antes eran firmes de pronto cedían sin que hubiera manera de preverlo. Nunca encontraron sus cuerpos. Eso fue lo peor de todo.
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SREDNI VASHTAR (+ narración de Laiseca)
Sredni Vashtar
Autor: Saki
La señora De Ropp, aun en los momentos de mayor franqueza, no hubiera admitido que no quería a Conradín, aunque tal vez habría podido darse cuenta de que al contrariarlo por su bien cumplía con un deber que no era particularmente penoso. Conradín la odiaba con desesperada sinceridad, que sabía disimular a la perfección. Los escasos placeres que podía procurarse acrecían con la perspectiva de disgustar a su parienta, que estaba excluida del reino de su imaginación por ser un objeto sucio, inadecuado.
En el triste jardín, vigilado por tantas ventanas prontas a abrirse para indicarle que no hiciera esto o aquello, o recordarle que era la hora de ingerir un remedio, Conradín hallaba pocos atractivos. Los escasos árboles frutales le estaban celosamente vedados, como si hubieran sido raros ejemplares de su especie crecidos en el desierto. Sin embargo, hubiera resultado difícil encontrar quien pagara diez chelines por su producción de todo el año. En un rincón, casi oculta por un arbusto, había una casilla de herramientas abandonada, y en su interior Conradín halló un refugio, algo que participaba de las diversas cualidades de un cuarto de juguetes y de una catedral. La había poblado de fantasmas familiares, algunos provenientes de la historia y otros de su imaginación; estaba también orgulloso de alojar dos huéspedes de carne y hueso. En un rincón vivía una gallina del Houdán, de ralo plumaje, a la que el niño prodigaba un cariño que casi no tenía otra salida. Más atrás, en la penumbra, había un cajón, dividido en dos compartimentos, uno de ellos con barrotes colocados uno muy cerca del otro. Allí se encontraba un gran hurón de los pantanos, que un amigo, dependiente de carnicería, introdujo de contrabando, con jaula y todo, a cambio de unas monedas de plata que guardó durante mucho tiempo. Conradín tenía mucho miedo de ese animal flexible, de afilados colmillos, que era, sin embargo, su tesoro más preciado. Su presencia en la casilla era motivo de una secreta y terrible felicidad, que debía ocultársele escrupulosamente a la Mujer, como solía llamar a su prima. Y un día, quién sabe cómo, imaginó para la bestia un nombre maravilloso, y a partir de entonces el hurón de los pantanos fue para Conradín un dios y una religión.
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lunes, 17 de diciembre de 2012
LA MASCARA DE LA MUERTE ROJA ( EDGAR A. POE ) - AC
de Edgar Allan Poe.
Hacía tiempo que la Muerte Roja devastaba el país. Nunca hubo peste tan mortífera ni tan horrible. La sangre era su emblema y su sello, el rojo horror de la sangre. Se sentían dolores agudos y un vértigo repentino, y luego los poros exudaban abundante sangre, hasta acabar en la muerte. Las manchas escarlatas en el cuerpo, y sobre todo en el rostro de la víctima, eran el estigma de la peste que le apartaban de toda ayuda y compasión de sus congéneres. En media hora se cumplía todo el proceso: síntomas, evolución y término de la enfermedad.
Pero el príncipe Próspero era intrépido, feliz y sagaz. Con sus dominios ya medio despoblados, llamó un día a su presencia a un millar de amigos sanos y joviales de entre las damas y caballeros de su corte, y con ellos se recluyó en el apartado retiro de una de sus abadías amuralladas. Era un conjunto de edificios amplio y magnífico, concebido por el gusto excéntrico, aunque majestuoso, del propio príncipe. Lo rodeaba una alta y sólida muralla. La muralla tenía portones de hierro. Una vez dentro los cortesanos, se trajeron fraguas y enormes martillos y se soldaron los cerrojos. Decidieron que no hubiese modo alguno de entrar o salir, si alguien de pronto se dajaba llevar por la desesperación o la locura. Había abundancia de provisiones. Con tales precauciones los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo de fuera se ocupase de sí mismo. Había bufones, había trovadores, había bailarinas, había músicos, había Belleza, había vino. Dentro había todo eso, y también seguridad.
Fuera, estaba la Muerte Roja.
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sábado, 18 de agosto de 2012
Clásicos: Alicia y Lewis (en el país de las maravillas)
Pero más allá del éxito y el reconocimiento, desde hace tiempo se plantean ciertos cuestionamientos acerca de determinadas particularidades de su autor.
Lewis Carroll es el seudónimo por el que es conocido en la historia de la literatura Charles Lutwidge Dodgson (Daresbury,Cheshire, 27 de enero de 1832 – Guildford, Surrey, 14 de enero de 1898), diácono anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y escritor británico. Era tartamudo, sordo de un oído y cojo. Aun siendo diácono, Carroll llevaba una vida prácticamente laica, aunque abstinente en cuanto al intercambio sexual. Seguramente las rígidas costumbres victorianas influyeron mucho en este punto.
![]() |
Charles Dodgson, conocido como Lewis Carroll |
Su obra más emblemática, Alicia en el
país de las maravillas, habría comenzado a gestarse durante un paseo en bote
por el río Támesis, el 4 de julio de 1862. Durante aquella tarde Carroll habría relatado una historia fantástica a las
tres hermanas Liddell, hijas de una familia amiga. A las niñas les gustó tanto
que le pidieron que se las escribiera.
![]() |
Las hermanas Liddell |
Este momento inaugural queda asentado en
la obra terminada, en las palabras del poema que sirve de prefacio al libro:
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